lunes, 23 de agosto de 2010

Depende, todo depende

El tiempo es relativo. No es objetivo, ni cuantitativo, aunque se pueda contar. El tiempo es plenamente subjetivo y depende del valor que le da el sujeto. ¿Tienen el mismo valor sesenta segundos durmiendo, sesenta segundos trabajando, sesenta segundos llorando que sesenta segundos riendo? puede que al final todo se componga de sesenta simples y cuantificables segundos, pero dependiendo del valor afectivo de esos sesenta segundos, pueden ser inapreciables y desechables para nuestra mente, que pronto los dejará marchar sin concederle espacio ninguno en la memoria, o puede retenerlos para siempre, guardarlos en el cajón del gran archivo, y convertirlos en un recuerdo atemporal, mítico, un jalón en el tiempo que deja de durar sesenta segundos para valer una vida entera; convertirse en un giro más en el el caparazón del caracol.
Todo proviene de aquí dentro; el exterior solo es un disfraz o una carcasa que se intenta moldear razonablemente. 
Y cómo se suele decir: el corazón tiene motivos que la razón no entiende.



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