viernes, 8 de abril de 2011

Un nuevo amigo

Hará cosa de una semana vi una extraña mancha en la pared justo antes de irme a dormir. Me acerqué. Era un bicho. No sé que bicho era, tenía alas y era feo, como todos los bichos. Se parecía a un mosquito pero sin serlo, porque he visto muchos mosquitos en mi vida y éste no lo era, sus alas eran distintas, y su cuerpo muy delgado y alargado, demasiado para ser mosquito. 
Estuve debatiendo conmigo misma qué hacer con él. Podría meterle un zapatazo o podría intentar sacarlo del dormitorio. No elegí ni lo uno ni lo otro. El zapatazo es una solución drástica para un bicho que a lo mejor no quiere alimentarse de mi sangre, e intentar sacarlo de allí conllevaría los consabidos gritos, saltos, carreras y cabreo compulsivo que me llevarían sin duda alguna a recurrir finalmente al zapatazo para poder dormir en paz.
Le dejé en la pared. 
Unas horas de misericordia. Es mejor que pronto te muevas de ahí y desaparezcas de mi vista, o tendré que matarte.
El caso es que por la mañana seguía allí. La noche siguiente también seguía allí. Al tercer día seguía allí, pero de pronto había perdido las alas. Lo juro, yo no hice nada, simplemente se le cayeron. Ahora es en un bicho sin alas. ¿Qué clase de bicho será? ¿se estará metamorfoseando en otra cosa? ¿será una libélula? ¿una mariposa? 
Quizá me lo estoy imaginando, pero creo que mi bicho está creciendo. Antes solo era una manchita minúscula en la pared, y ahora se le distingue más claramente. Ya mismo estará en edad de merecer...
Sólo me pregunto qué hace ahí, porque el tío no se mueve (lógico, si ha perdido las alas), y no sé si asistiré a una transformación paulatina hacia un bicho maduro, o si algún día lo encontraré fulminado en el escritorio, muerto de hambre.
A veces le hablo, "eh, colega, ¿no te aburres?" pero es una criatura imperturbable. Simplemente está ahí, viendo la vida pasar. Quizá algún día se mueva. Quizá algún día me sorprenda cambiando de forma o color. O quizá simplemente se marche y no vuelva más. No es que vaya a echarle de menos (ya que no es una mascota muy participativa) pero no sé por qué me hace gracia que permanezca ahí, sin inmutarse, esperando algo que no sé qué es. 
Cuando llego a casa después de la facu, siempre echo una mirada a su rincón, para ver si sigue aquí. Sí, esta habitación es lo bastante grande para los dos.
No es un bicho bonito. No enternecerá los corazones de nadie. Probablemente cualquiera al verlo lo aplastaría implacablemente con su zapato. Pero solo es un bicho sin alas pegado a la pared, viendo la vida pasar, o vete a saber. Me recuerda un poco a mí, quizá por eso le di una oportunidad.