domingo, 27 de febrero de 2011

filosofía existencial

Bueno pues ya está. Se acabó. No fue tan horrible. Ya tengo 30, pero el reflejo del espejo sigue siendo el mismo.
En mi última década (que empezaba por 2), Platón y su caverna-de-las-ideas-versus-realidad ha alimentado mi cerebro y me ha jodido una existencia que siempre fue una mala reproducción de un concepto idealizado; de modo que era inevitable que en esta nueva década (que empieza por un 3) me alimente -sin quererlo, pero sin poder evitarlo- con los postulados de Sartre y su absurda realidad, siendo una pobre víctima de mi propia consciencia. 
(Si es eso lo que entendí de este señor, que es tan difícil de entender).
Quien dijo eso de  "más Platón y menos Prozac" lo dijo justo al revés.

¡Felices 30!

viernes, 18 de febrero de 2011

Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia


He quedado con el profe de vídeo en la facultad para entregarle unos ejercicios. Es miércoles y en la facultad se celebra la Semana Cultural, un bonito nombre con el que disimular una semana de vacaciones previa al inicio del segundo cuatrimestre.
Bajo al inframundo, hasta las aulas de informática donde supuestamente debía estar mi profesor, pero no está. Vuelvo a subir, un poco mosca. Habíamos quedado a las cuatro.
En el patio hay una reunión informal de profesores y alumnos comiendo bocatas y bebiendo cocacolas. Busco entre el grupo a ver si el de vídeo ha subido a relajarse y echarse un cigarro, pero no está allí. Pregunto por él en conserjería y me dicen:
-No le hemos visto en todo el día. Mira a ver si está en el patio, con los demás.
Vuelvo al patio e identifico al profe de fotografía, con el que comparte la asignatura. Quizás él sepa decirme dónde está. Me acerco hasta él y compongo mi mejor cara de alumna educada que jamás ha hablado con su profesor de fotografía y no sabe muy bien cómo tratar a este hombre de pelo blanco, discurso errático y edad indeterminada.
-Hola, ¿sabes donde está el profesor de vídeo?
-Uff, Dame una torta -me suelta. 
Me echo a reír.
-¿Cómo? 
-Dame una torta, estoy... uff.
Da un paso atrás visiblemente ciego y a mí me da por reír. En fin, la situación es un poco cómica; siempre es cómico toparse con un borracho que  entrecierra los ojos y trastabillea, pero si es tu profesor tiene un valor intrínseco mucho mayor. El caso es que el hombre siempre me ha parecido un tipo un poco ido, que vive en su mundo, y nos habla a todos como si compartiésemos su peculiar dimensión existencial. El resultado es que la mayoría no entendemos nada y lo damos un poco por perdido.  
Sonrío diplomáticamente.
-Tú eres una de las gemelas -me dice.
-Sí...
-¿Y cuál de ellas eres?
-Pues...
-A una le he puesto más nota que a la otra.
-Sí, medio punto. A mí...
-Ah, pero puede que me haya confundido de hermana -dice, y suelta una risotada. Es un chiste de gemelos. Yo me río también, un poco desconcertada. ¡Sólo quiero saber dónde coño está el profesor de vídeo!
-Entonces, ¿no está aquí? -pregunto.
-No he suspendido a nadie -él sigue con su perorata, en su universo particular-. Sabes, no voy a suspender a la gente, ni siquiera a los que no me han presentado los ejercicios. Yo no estoy para eso...
Es un profe muy humanitario.
-Ahá. 
-Ha sido difícil poner las notas, como comprenderás no iba a mirar los doscientos archivos que me habeis mandado cada uno. Qué locura. Al final miraba las fotos, veía que uno había mejorado un poco, no sé, algunas notas me las he inventado.
Vuelvo a reírme, incrédula.
-Ya...
No debería seguir teniendo esta conversación con él. Con mi matrícula he pagado parte del sueldo de este hombre y creo que la ignorancia, en ocasiones, es preferible a la cruda realidad. 
Doy un paso atrás, intentando alejarme del escenario.
-¿Pero el profesor de vídeo está aquí? -insisto.
-No, no está -me dice al fin.
-Pero nos mandó un correo para que le entregáramos hoy unos ejercicios... 
-Sí -me dice. Y como me quedo callada mirándolo-: Ah, ¿pero en persona? 
-Sí...
-Pues no está en la ciudad, pero no se lo digas a nadie.
-Ahhh... vaya.
Echa un trago de su cocacola y tiene tal ciego que se le derrama encima.
-Ohhh -murmura mirándose la ropa.
"Ohhh" pienso yo, sintiendo un poco de compasión.
-Bueno, pues me voy.
Mi profesor se despide con una sonrisa budista. 

Salgo de la facultad con una ceja levantada y diciéndome a mí misma, "haré como si esta conversación no hubiera existido jamás". Claro que luego pensé, ¡coño, si parece sacada de una estúpida novela! Y hete aquí que la consideré merecedora de ser esculpida en ceros y bits, y que pase a la posteridad de conversaciones ortopédicas, de esas que gasto cien mil, pero esta ocupa un lugar especial por encantadora y esperpéntica como ella sola.