lunes, 30 de agosto de 2010

Fantaseando que es gerundio

Se acabó. Adiós a la jornada de eight hours. Emplearé bien el dinero y aprenderé a dibujar y a pintar cuadros *como Alan Lee, por ejemplo, cof, cof, cof* y cambiaré radicalmente de rumbo. ¡Ja!
Allan Lee, la Comarca
Volviendo donde empecé, pero distinta de cuando me marché... y es que parece que hace una vida -porque el tiempo es relativo, yep-. 
Cómo deseo que llegue Septiembre... Septiembre y sus bonitas promesas que quedarán en nada, pero me da igual, hoy voy a pensar que el Otoño se aproxima, porque yo soy hija del Otoño (como se puede apreciar a lo largo de mi majestuosa carrera de hojitas secas) ¡y el otoño me hace sentir tan bien!  
He llegado hasta aquí. Muchos de mis planes se han espachurrado contra el suelo y aunque parezca que el puente está cortado, que no hay nada más allá, y que nunca podré llegar al otro lado, tengo la sensación de que sólo hace falta creer. Un salto de fe, que dirían Indiana y Henri Jones a la vez, mirándose el uno al otro (porque la primera prueba, la del: "Solo el penitente pasará", ya la he superado con creces). 
A veces quejarse como una cerda es la única libertad que queda.
A parte de eso, tengo una manada de toros plateados que liberar para que no sean torturados en mis sueños. No sé cómo voy a hacerlo, pero mis  grandes heroes infantiles -y no tan infantiles- fueron Indiana Jones, Luke Skywolker, McGuiver, Guybrush Threepwood y Atreyu;  y son tipos acostumbrados a improvisar, así que algo se me ocurrirá en el momento adecuado.
Algo me dice que empiezo a llegar a un lugar en el que nunca estuve antes y  en el que la hierba crece mejor. Fue el sonido de la flauta lo que me trajo hasta aquí. ¿Será Septiembre y el ritmo cantarín de un Otoño que se acerca bailando?
Lalalalala.

lunes, 23 de agosto de 2010

Depende, todo depende

El tiempo es relativo. No es objetivo, ni cuantitativo, aunque se pueda contar. El tiempo es plenamente subjetivo y depende del valor que le da el sujeto. ¿Tienen el mismo valor sesenta segundos durmiendo, sesenta segundos trabajando, sesenta segundos llorando que sesenta segundos riendo? puede que al final todo se componga de sesenta simples y cuantificables segundos, pero dependiendo del valor afectivo de esos sesenta segundos, pueden ser inapreciables y desechables para nuestra mente, que pronto los dejará marchar sin concederle espacio ninguno en la memoria, o puede retenerlos para siempre, guardarlos en el cajón del gran archivo, y convertirlos en un recuerdo atemporal, mítico, un jalón en el tiempo que deja de durar sesenta segundos para valer una vida entera; convertirse en un giro más en el el caparazón del caracol.
Todo proviene de aquí dentro; el exterior solo es un disfraz o una carcasa que se intenta moldear razonablemente. 
Y cómo se suele decir: el corazón tiene motivos que la razón no entiende.



jueves, 12 de agosto de 2010

Nada de esto pasaría si estuviera en las islas de Pascua

Me he levantado baldada como si fuera una vieja de mil años a la que el cuerpo le empieza a renquear. Es jodido darse cuenta de que hay un límite que no se puede sobrepasar, y aunque una quiere ser una androide ajena al dolor, pues es humana, de carne y hueso, se mira al espejo y está llena de moratones, de arañazos, y de dolores de espalda y de cabeza. Normalmente ni le presto atención a esas cosas, pero cuando te levantas un día sintiéndote agotada, es como si te llegara el agotamiento de los mil días anteriores que has estado ignorando. El trabajo es una obligación necesaria pero en estos días en que hay que invertir el doble o el triple de tu energía más puramente física, acarreando bultos, sudando, dándolo todo en la puñetera zanja sin ver nunca resultados positivos sino más mierda rodeándote y más exigencias y estupideces llegando de los pisos de arriba, donde esas grandes mentes pensantes se hallan cómodamente sentadas en sus cómodas sillas, con su aire acondicionado y sus planes de acción escritos sobre el papel, te dan ganas de prenderle fuego a toda la basura y reivindicar tu derecho a... ¿a qué? pues no se. ¿A trabajar dignamente? ¿a que te dejen en paz? ¿a que no tengas que partirte la espalda y la cara, tú y tus compañeros, todos los días, por un puñetero objetivo numérico sacado del bolsillo de Dios sabe quién? que le den a los objetivos, a las cifras y a la Bolsa.
Para colmo mis sueños de emancipación tan bonitos y fantasiosos se han ido al carajo porque no hay contrato indefinido para mi hermana, y estamos aquí yo y mi jornada de 9 horas, mirándonos con cara de póquer. Lo plantearé por el lado positivo: al menos ahora tengo claro qué es lo que no quiero, y es dedicarle 9 horas diarias de mi vida al zulo, un zulo ingrato que me dejará de recuerdo una bonita chepa y varias vértebras de titanio.

¡Ay, Septiembre, como te echo de menos!

lunes, 2 de agosto de 2010

Un mago nunca llega tarde, ni pronto; llega exactamente cuando se lo propone

Mi hermana me dijo hace poco, medio de coña, "eres rara e inaccesible" y aunque al principio protesté y no le di mayor importancia, ahora me planteo cuánta verdad hay en ello, y si la hay, ¿cuánta es visible para el resto de la fauna? Porque a veces tengo la sensación de que estoy de visita en un zoológico, con todos sus graciosos animalitos mirándome y lanzando sus gruñiditos en su dialecto particular; y otras veces tengo la sensación de que son ellos los que vienen a visitarme a mí al zoológico y yo soy el animalito raro al que miran desde lejos y señalan con una mueca de asombro.
A veces una se siente bastante fuera de lugar, como si la hubieran arrancado de los bosques canadienses y la hubieran metido en una de las jaulas del zoologico más chic del centro de la ciudad. Que sí, que muy chic, muy moderno y muy "recreación del ambiente natural", pero no deja de ser un puñetero zoológico.
Me gusta llamar a las cosas por su nombre.
Tengo la esperanza, algún día, de saltar los barrotes de mi jaula y encontrar mi verdadero lugar. Eso queda muy bonito así dicho, ¿verdad? el verdadero lugar. Pero peca de tanto y de tan poco. Indefinición, inconcreción, inacción, nebulosismo, que viva el limbo. Pero cómo poner palabras a lo que no lo tiene. Confío en que todos tenemos una brújula interior y aunque no conozcamos el destino final, ella poco a poco te va marcando el rumbo (siempre al norte, viento en popa a toda vela) y tú, paso a paso, te vas acercando.
He tenido tiempos mejores en los que no necesitaba recurrir a la brújula porque no me sentía perdida. Pero en la vida todo son rachas, y a veces hay que hacer reajustes, revisar las baterías, limpiar los cristales de las gafas para ver mejor. Confío también en que si estoy aquí, medio perdida, dándole toques a mi brújula de bolsillo, es por mi bien, porque era necesario.

Si el Anillo llegó a mí, es porque yo tenía que llevarlo.

Ojalá yo tuviera un Gandalf sabio y gruñón que me convenciera justamente de esto.