domingo, 2 de julio de 2017

A los huérfanos que llevamos dentro

-Acudiré a ellos -anunció con la voz más suave posible-. Y aceptaré el oro que me ofrecéis y buscaré refugio en esta torre. Y aprenderé de vuestro apasionado novicio lo que tenga que enseñarme. Pero sólo recurro a estas cosas porque flotan en la superficie del mar de oscuridad en el que me estoy ahogando. No me hundiré sin haber entendido algo más. No te dejaré la eternidad sin..., sin una batalla final.
Le estudié con la mirada, pero no me llegó de su mente ningún pensamiento que aclarara sus palabras.
-Quizá, con el paso de los años, volverá a mí el deseo -añadió-. Conoceré de nuevo el apetito, la pasión. Tal vez, cuando nos encontremos en otra época, todo esto será algo más que conceptos abstractos y huidizos. Entonces hablaré con un vigor que iguale el tuyo, en lugar de ser un mero reflejo de éste. Y discutiremos sobre la inmortalidad y la sabiduría. Entonces hablaremos de la venganza y la aceptación. Por ahora, me basta con decir que deseo volver a verte. Deseo que nuestros caminos se crucen en el futuro. Y, sólo por esta razón, haré lo que me pides y no lo que quieres: perdonaré a tu malhadado Nicolás.
Exhalé un audible suspiro de alivio. Sin embargo, su tono de voz estaba tan cambiado, era tan enérgico, que hizo sonar en mi interior un silencioso llamado a alarma. Allí estaba, sin duda, el amo de la asamblea, aquel ser callado y lleno de fuerza, el que sobreviviría por mucho que llorara y gimiera el huérfano que llevaba dentro.


Prácticamente una década después, o quizá más, estoy releyendo Lestat el Vampiro. Todo fue culpa de Taboo, la serie. Por algún motivo su oscuridad sucia me recordó la oscuridad romántica y siniestra de Entrevista con el Vampiro. Puede que sea porque en ambas hay hombres en levita abriéndose paso con un bastón, pies hundiéndose en un lodo verdoso, luces de velas y candiles, toques satánicos... malditos. Almas condenadas. 
Entonces quise ver la peli. Luego quise releer la saga. Tengo una historia de amor odio con Anne Rice. Con doce años la adoraba. Con ventisiete la odiaba. Ella ha cambiado mucho con el paso de los años, y a veces parece que en vez de escribir libros los ha cagado... pero reconozco que una, como lectora, también ha evolucionado y eso tiene mucho que ver en mi criterio.
La primera vez que leí "Confesiones de un Vampiro" era muy joven, fue el primer libro de lectura adulta que cayó en mis manos. Yo era aficionada a la serie El Pequeño Vampiro e ignorante de mí, pensé que esta se le parecería. (¡Sí, era pequeña!). No se le parecía, y me transformó en lectora adulta de golpe y porrazo. Nunca volví a comprar libros de la sección "joven" de Círculo de lectores... y no lo digo en plan nazi. En mi época no había fenómenos tipo Harry Potter. Si los carcas leían libros juveniles, que estoy segura de que sí, no iban por ahí gritándolo a voces vestidos con una capa negra y ondeando una varita mágica de plástico con orgullo, como ahora. Los frikis aún no habían conquistado el mundo y había gente que todavía usaba camisa con hombreras. Todos queríamos parecer serios.
Pasados los treinta y con más de una década sin volver a econtrarme con ellos, Louis me ha parecido demasiado blando y débil, y Lestat, que en el primero es un maaaalpariiido hiii-deputa (parafraseando a Escobar) en el segundo libro a veces me dan ganas de mirar al cielo y poner los ojos en blanco. Cuando no está llorando o sollozando o hipando, está temblando, dando besos, saltos, abrazos y apretujones a todo quisqui con un entusiasmo infantil (indistintamente en su etapa mortal como inmortal). Querido mío, basta.
Sí, vale. Quizá el hechizo de la adolescencia ya no está. Quizá me he vuelto cruel y veo como defectos lo que antes me resultaba super romántico. Quizá a estos ojos de vieja resabida ya no le impresiona nada...  
Quizá lo que he descubierto es que el verdadero hechizo no eran los vampiros como individuos, sino esas relaciones tan absorventes y lunáticas que tenían entre ellos. Lestat y Louis despreciándose. Louis lloriqueándole a Claudia. Claudia insultando a Lestat (y a todo al que se le ponga delante). Lestat y Armand dándose ostias. Louis mandando al carajo a Armand. Y todo ello en el marco de la inmortalidad y el lento discurrir del tiempo. 
Armand y su desesperación perfumada de indiferencia, su monstruosidad que encandila, y esa conversación tan larga que tienen en la torre sobre el sentido de todo. Es imposible que con doce años yo entendiera algo de lo que allí decían. Supongo que se me quedó la música... y con los años la letra. Vampiros, el viejo mito erótico. Se llamaban amantes, se decían "te-quieros", sentían el éxtasis de la sangre, pero de cintura para abajo estaban muertos. Cachis.
Todavía hoy puedo repetir diálogos enteros de la película. "Piadosa muerte... te encanta sentirte culpable"... y ver en mi cabeza a Lestat (Tom Cruise y su melenaza rubia) tras la ventana, fondo verdoso, Louis escapando de sí mismo, Lestat levantando la barbilla y llenándose con placer maléfico. 
Ahhh, qué tiempos. Por más que una quiera mirar al futuro, no puede. El pasado siempre vuelve. Los viejos pilares sobre los que te construistes nunca se desmoronan del todo, permanecen ahí, esperando su momento para ser revisados, atendidos, escuchados. Como un Lestat exigente que entra en la habitación y reclama todo tu amor. Eres tú la que cambias y haces como que te vas, y que te olvidas, pero al final el destino, la visión de una levita y un bastón, del lodo verde, hacen toc-toc. 
Y los demás con su manía de revivir el viejo mito, tampoco ayudan.   

Si uno mira a la Eternidad, pondría una cara muy seria