viernes, 28 de marzo de 2014

La llegada de la Primavera

El muchacho hablaba y hablaba sin parar. El sol le caía sobre la cara y le obligaba a entrecerrar los ojos, que le lloraban por el exceso de luz. Y hablaba y hablaba, alzando las manos, la voz, el corazón, hasta el alma. 
Ella lo miraba sin creerle, sin estar convencida. Con dos rendijas por ojos y una puerta cerrada en la boca. De pronto una abeja que zumbaba de flor en flor fue directa a la boca abierta del muchacho, atraída quizás por la intensidad de su colorida voz. 
Él cayó fulminado, al instante, como si le hubieran matado con un disparo al cerebro. Cayó de lado, con la cabeza levemente hacia atrás, el pelo desparramado en el suelo, mientras ella gritaba y se tiraba a por él. "No, no, no" gritaba; los ojos le lloraban por el exceso de dolor. Lo sacudió, pidiéndole que despertara, pidiéndole que no se muriera. 
En la pálida cara del moribundo se dibujó una sonrisa que ella tardó bastante en descubrir. 
"Idiota" masculló, haciéndolo rodar en el suelo de un furioso empujón. Él se echó a reir, momento que aprovechó la abeja para salir, medio atontada, de su boca. Se fue zumbando, brillante de saliva humana, en busca de otra flor que transformar en miel.