martes, 7 de septiembre de 2010

Quijotesca, ciega y sorda

Hoy quisiera cantar aquello de: 
"Sobre los techos del mundo, resuena mi bárbaro graznido"
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche" 
"Dejamos encima del mar marchitarse la luna"
"Acodado al balcón miro insaciable el oleaje"
"Nadadora de noche, nadadora entre olas y tinieblas"
Cualquiera me valdría. Cualquiera podría valer, porque la poesía siempre encaja cuando estás del humor de la suela de un zapato. Sí, hoy me siento como la suela de un zapato. 
Quisiera ser la suela de una bota de montaña, llena de barro. Quisiera ser la suela de una bota de un trampero que viaja por antiguos caminos, o incluso, la suela del zapato de un payaso que va de feria en feria. La suela de un zapato de un peregrino, o la suela de un zapato de un errante vagabundo. ¿Pero por qué tengo que ser la suela de un zapato negro de oficinista? unos zapatos que han visto tan poco mundo, que han pisado sólo superficies sintéticas y se han ensuciado solo con basura manufacturada. 
Hoy me siento mal porque con estos ojos y estas orejas con las que nací, sólo veo y oigo bajezas, ruindades, mezquindades y mediocridades. Y a veces es un espectáculo muy triste, otras sólo lamentable, me hacen mirar las puntas de mis zapatos negros de oficinista y suspirar, añorando otra vida, otra vida descalza y llena de barro, donde las historias de los libros no fueran solo historias de los libros, y la gente no se excusara diciendo que "solo es una película". 
Me pregunto dónde está la grandeza. Dónde quedó la nobleza. Dónde se esconde la bondad, o el honor... ¿existe de verdad la épica? 
Quizá pueda arreglarlo con una simple operación, me cambiaré de ojos y de orejas.
Hoy comprendo al viejo Don Quijote; veo en su locura una elección tan honorable. Una cura contra esta infección tóxica de oficina.
Una voz me dice, tengo que encontrar la lealtad "más allá de". Esa lealtad  que está por encima de todo, de etiquetas, de clasificaciones, del orden natural o antinatural, del ahora, del mañana, de lo que existe o de lo que nunca existió o existe aún. De lo que importa o de lo que da igual. Simplemente ese sentimiento tan firme y resistente como el pilar de un templo, que no se degrada con estupideces ni gilipolleces, con mala baba, con envidias, con usura, con caprichos, ni con hipocresías, o falsedad. Que no necesita palabras, ni contratos, ni hechos, ni razón. Sólamente está ahí.
Mulder y Scully. Frodo y Sam. Thelma y Louis. House y Wilson. Neo y Trinity. Dufresne y Red. Gilgamesh y Enkidu. Paul Atreides y Chani, + Duncan Idaho o Gurney Halleck. Harry, Ron y Hermione. Joel Fleishman y Maggie O'Conell + Cicelly en general. 
No veas tantas películas. No leas tantos libros. No vivas una ficción. ¿Pero qué es ficción y qué realidad? Si se trata de elegir qué vida llevar, mis elecciones parecen inalcanzables al menos para esta vida, mis conquistas paupérrimas, mis victorias, pírricas. Hoy, como diría el Último: "el mundo no es más que una piedra redonda". 
La mierda se acumula.
Mitos. Todos esos mitos sobre almas más alla del tiempo, el espacio y las formas.
No debí haber nacido en un mundo tan prosaico. Yo debí haber nacido dentro de un mito y "ser" constantemente un bucle de tiempo, sin inicio, desarrollo ni fin, sólo ser. Esto de verse al final frente a la playa solitaria sin mucho más que decir, es tan gris. Yo esperaba mucho más de mí.

"Una vez hubo un sueño, tan frágil que temías  pronunciarlo en voz alta. Ese sueño era Roma". 
"Hermanos, lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad".

PD. Cuando muera, absténganse de colocarme los zapatos negros de oficina, me aprietan los dedos y me cortan la circulación.  Mejor, absténganse de cualquier cosa y déjenme en paz.

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