jueves, 30 de septiembre de 2010

Escribir cerrando los ojos

La eterna pregunta, ¿qué estoy haciendo? Decidir. Hacer. Revisar. Pero entonces decir “para”, y solo mirar. Dedos inseguros cogiendo el lápiz como si fuera el día del juicio final. Es la historia de mi vida. Me pregunto si he fracasado. Luego llego a casa, pienso en lo que he hecho, no es tan malo. No es genial, pero no es malo, y me digo que se acabaron las genialidades por ahora. Solo quiero aprender. No soy una alumna, soy alguien explorando una senda.”Relájate”. No soy un genio, solo soy esto, que es lo poquito que tengo, lo poco que vale la pena entrenar para el futuro. Lo que me hace sentirme bien. Y lo demás, lo que no cumpla ese objetivo, a la mierda.
Tengo que subir muchas escaleras para llegar a clase, pelearme con el reloj, sentarme y lograr callar al Cancerbero para poder hablar yo. Todo es un gran suspiro que sale desde el pecho, con un leve toque de angustia. ¿Seré capaz? Entonces recuerdo que estoy aquí porque quise, porque lo elegí, porque soy libre, y porque es un viaje. Y no importa nada más. Con el tiempo sólo hablaré yo desde el principio y él se callará. Esto solo es una toma de contacto. Un montón de desafíos mentales, y cuando me acostumbre de nuevo a la sensación de ser desafiada, entonces no habrá más dudas ni fruncimiento de ceño, sino un alzamiento de la ceja derecha, sonrisa retorcida y frotar las manos de pura anticipación. Un trapecio sin red de seguridad. Paso a paso. No mires al suelo y no caerás. Sólo sigue, ¡adelante! En guardia y pelea, enseña los dientes, o mejor, cierra los ojos y déjate llevar. Aprende como se hace, joder, que para eso estamos aquí y ahora. Mañana solo es una idea. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario