domingo, 19 de agosto de 2012

Allí donde un gato defeca puede ser el lugar donde tú sueñas

Mi pequeña gata está en esa edad en que todos al verla arquean las cejas formando una "S" tumbada y gimen "ohhhhhhhh", pero a mí me resulta complicado reaccionar igual después de que se haya meado dos veces en mi cama y se haya cagado detrás de mi puerta.
Los gatos usan instintivamente su cajón de arena y ella no ha sido una excepción, desde el primer día que llegó empezó a usarlo, solo que, transcurrida una semana y media de su nueva vida doméstica, estudiados cada metro cuadrado de su nuevo hogar, ha llegado a la conclusión de que mi habitación, en toda su totalidad, es su cajón de arena, su cagadero, ese último boquete en el mundo donde uno va a soltar sus desechos e inmundicias y luego se va corriendo para no olerlo. 
Y una se pregunta qué es lo que le ha hecho cambiar de opinión, qué resorte ha hecho clic en su cerebro gatuno para tomar semejante decisión. 
Y una mira su habitación, ese lugar que le ha costado más de un año convertir en suyo (sin sentirlo todavía como propio) y se pregunta qué es lo que está tan mal para que otro no vea en él más que un buen lugar donde soltar sus mierdas. 
Antes, durante y después de poner lavadoras, fregar y fumigar, me inundó una sensación de profundo cabreo. Sí, ridículo caer en proyecciones mentales provocadas por las costumbres defecatorias de una cría de gato, "si otros consideran mi espacio un retrete, por extensión, ¿me consideran una mierda a mí?"
¿Es por eso que me he cabreado? 
No, será porque he tenido que coger su caca con una servilleta, y porque de no haber sido por la funda protectora de colchón Skydda Latt, ahora tendría el colchón lleno de lunares amarillos gigantes. 

En este retrete de gato tengo mis libros, mi portátil, mis álbumes de fotos, mis libretas de dibujo, mis proyectos abortados de pintura, un largo compendio de sueños escritos, recordados, y otros silenciados. Y aunque la lista de fracasos sea larga e impongan su peso excesivo a un incierto futuro con su gris estadística, lo cierto es que la lotería siempre le toca a alguien a pesar de la estadística. 

No importa la mierda que vean los demás siempre que tú veas el potencial.
 
Voy a dejar que mi gata me mire fijamente. Voy a dejarle descubrir que en el fondo todavía albergo alguna promesa de prosperidad, aunque no lo crea ni Dios. Voy a matarla si vuelve a cagarse en mi cuarto.  Voy a cantar

Are we falling or flying
Are we falling or flying
Are we living or dying
Cause my friend this too shall pass
So play every show like it's your last

(A lo Jeff Bridges en Crazy Heart)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario